sábado, 8 de mayo de 2010

#4

Las nubes se abrazaron y la diosa lloró, dejando a la tierra estremecerse bajo su llanto. Halos de luz se alzaron hacia el cielo para consolar a su reina, desconsolada, en el centro de la tempestad, que se abrazaba con tristeza a las nubes. Entonces la diosa gritó, en la Tierra se hizo el silencio, y se escuchó el eco de su voz hasta en los rincones más remotos del paraíso.
Allí estaba yo, sentada sobre un colchón de hierba y hojas caídas, recibiendo con solemnidad las lágrimas de la diosa, escuchando su lamento y transformando en música los rugidos de su alma. Sentí su dolor y su pesar. Se sentía traicionada y resentida por su amor, quien buscando su satisfacción en otro ser, dejó desprotegido el corazón de la diosa emocionada.

La divinidad chilló y los halos de luz dieron lugar al fuego en la copa de un ciprés, que la observaba llorar con la vista fija en el cielo. Las llamas se alzaron y alcanzaron el manto de nubes de la diosa y el ciprés guió a su reina en los senderos de la Tierra y la dejó descansar bajo sus raíces.

La tormenta cesó, pero la luz no volvió a la Tierra: El Sol se escondió en su vergüenza dando paso a la dulce Luna, que abrazó con ternura a su hermana e iluminó con su luz oscura el funeral por su corazón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que escena más sobrecogedora (aunque confieso que he tenido que pararme a releerla para entenderla del todo)

Un beso :)

Sasa dijo...

Esto me recuerda a Samos X3