miércoles, 12 de mayo de 2010

#7

Salgo de mi refugio.
Estiro mis patas, delanteras y traseras. El pelo del lomo se me eriza y un escalofrío me recorre la columna vertebral. El suelo está frío y húmedo. Ha nevado mucho.
Miro a mi alrededor. Mis oídos captan un sonido muy débil. Doy un salto y aterrizo en el muro de la casa. Camino sobre la nieve, que entumece mis patas. Siento cómo pequeños copos se posan en mis bigotes y me hacen cosquillas.
Hace mucho tiempo que no nieva por aquí. Yo aún era un cachorro cuando vi la nieve por última vez. Ya no recordaba a qué olía la niebla ni a qué sabía el hielo.
Veo a Sally corretear por el muro de al lado. Me mira, yergue el rabo y se marcha rápidamente. Sé que algún día reconocerá que le gusto.
No sé cuándo volverá a hacer frío en invierno por aquí. El tiempo está loco. Esos encantadores bípedos deberían hacer algo al respecto... pero creo que hay un problema que tiene que ver con... chinos... o algo así. Nunca he conocido a un gato chino. Pero una vez conocí a un gato japonés. Muy peludo. Mucho. Pero no tenía los ojos pequeños, os han tomado el pelo.
Sigo caminando por el muro hasta que veo una ventana sin cortinas. Bajo con un salto y me acerco a fisgonear. Dentro de la casa hay una familia sentada a la mesa, cenando. El fuego ruge con fuerza en el hogar e ilumina la habitación en un tono lúgubre. Recuerdo que en esta misma casa había una caja enorme con un ventilador dentro que, de alguna manera, daba calor a sus ocupantes, pero hoy no está. Hoy hay un fuego en la chimenea.
Huelo la comida en los platos. Sacudo la nieve de mi lomo. Bostezo. Me estoy congelando. Me ruge el estómago.
Me marcho, medio dormido.

Ah... mataría por una sardina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta ver como piensa un gato, es muy interesante :)

Un kiss *3*

Sasa dijo...

Miau *se despereza*

Ahora mismo no me vendría mal ser un gato y tumbarme con Lola en la cinta de andar a echar la siesta /bosteza