jueves, 13 de mayo de 2010

#8

En memoria del olvido
yace aquí, fallecido, el orgullo.
Cuando el tiempo borre estas iniciales,
seré el fiel compañero del muerto.

La tristeza cautivó al desamparo
y de esa unión nació la desesperación.
Aires de tempestad se la han llevado
y han dejado, solitario, el olvido.

En los más profundos sentimientos,
escondidos estaban los recuerdos.
El olvido quiso matar al dolor y,
sin embargo, acabó con el orgullo.

Yo no voy a morir.
Siempre seré real.
Nunca seré un recuerdo
que el olvido se quiera llevar.

Ante esta lápida confieso,
que este orgullo no es mío,
mi orgullo no está muerto,
no mientras exista el olvido.

Cuando mis recuerdos mueran,
los enterraré junto a esta piedra,
los encerraré en una caja,
condenándolos a no volver jamás.

Espera sentado al verdugo,
pues tarde o temprano aparecerá.
Vigila a este facellido enterrado
porque mi orgullo, como yo,
es inmortal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé porque he notado un aura muy gris en ese poema (bueno, sí lo sé xD mucha muerte etc.)

Un beso :)