sábado, 15 de mayo de 2010

#9

En su adinerada familia, él era el "guapo". No esperaban nada más de él. Sólo que fuera el "guapo". Por supuesto, no alcanzaban a pensar que algún día Rafael Moretti cruzaría el charco en un vuelo de low-cost bastante cutre, ni que estudiaría medicina en la mejor universidad pública de Madrid ni que, a fin de cuentas, se hiciera con un trabajo en un hospital. Y no en un hospital mediocre, sino en el Santa Isabel de la Palma.

Cuando era niño, Rafael se pasaba horas en el patio de su casa en algún lugar de Buenos Aires, contruyendo con su vecino circuitos de carreras con trozos de madera de colores y haciendo correr por ellos decenas de canicas, hasta que el ama de llaves las pisaba, se resbalaba y les echaba de allí a porrazo limpio. Luego, subía a su habitación y se asomaba al patio de luces a espiar a su joven vecina, de la que decía estar enamorado.
Nunca le han gustado las fresas, los frutos secos le dan alergia y decía que si un día se perdía le buscaran en un lago de chocolate blanco y yogur griego.
Al cumplir quince años, empezó a dejarse crecer el pelo. Y como "guapo" que era, le crecía liso y lustroso. Ese mismo año, desarrolló su afición por la música estridente, el rock y el metal en todas sus variantes, sin dejar de lado su amor y su devoción por las clases de piano. Así pues, comenzó a tocar la batería.
Las chicas le llovían desde el primer día, pero su vecina seguía sin hacerle caso.
En su instituto de pitiminí, bilingüe y de pago, se especializó en las ciencias pero adoraba la clase de Arte. Practicaba todos los deportes practicables, en especial el hockey y el arte de esquivar muchachas hormonadas en la puerta de... de cualquier sitio.
En el último año de insituto, Rafael le dijo a su padre "Papá, quiero vivir en Europa y ser médico". Su padre se rió reposadamente, le revolvió la melena y se alejó sin decir una palabra. Tras el último año de instituto, Rafael hizo las maletas, se atrevió a besar a su alucinada vecina, que por aquel entonces tenía un novio americano (porque, total, no la iba a volver a ver más), voló hacia España en el avión más cochambroso que había visto en su vida e inció su vida de estudiante universitario como Dios manda: sin un duro.

Bastantes años después de eso, con su carrera, su MIR y sus flautas casi terminadas, es casi un señor doctor del Hospital Universitario Santa Isabel de la Palma. El eslabón perdido, la oveja negra de la familia, el último mono de la cadena hospitalaria, pero casi feliz; aunque en su primer año esté a cargo de una niña loca envuelta en un asesinato y de tres abuelas que le desean la muerte cada vez que lo ven, sin darse cuenta, al llamarle Moríte en lugar de Moretti.

...

El resto, cuando acabe la historia y en los fragmentos que se nos vayan cayendo de vez en cuando.



Lluvia fría

1 comentario:

Sasa dijo...

Rafa Morite, alias el guapo. ò.ó
(Me estoy dando cuenta de que te comentaba muchos por MSN y estoy como nnnnnnnnnnngh ajco)