viernes, 16 de julio de 2010

#41

A través de la oscuridad del bosque, entre los árboles, Irýth pudo ver una serie de breves resplandores de colores entre las ramas de una encina. Al acercarse sigilosamente, comprobó que se trataba de Erva, invocando pequeños hechizos elementales: fuego, agua, electricidad y, por último, hielo.
Sin darse cuenta, una rama caída crujió bajo sus pies y Erva se percató de su presencia, la miró y abandonó los hechizos. Irýth sonrió.

- Creía que era la única aquí que era capaz de hacer eso -dijo.

Erva le devolvió la sonrisa con tristeza.

- No soy yo. -rebatió-. Son ellos.

Irýth no se molestó en esconder su sorpresa; ciertamente estaba asustada de que las Almas le hubieran concedido poderes sobre los elementos, porque eso sólo podía significar una cosa.

- Entonces... -empezó a decir-. ¿Tú... vas a...?

- Es posible -le cortó Erva-. Seguramente -miró a a la Luna-. Howl me lo dijo.

Irýth apretó los puños y miró al suelo con furia.

- ¿Sabes... ¡qué le puedes decir a ese gélido perro sarnoso?! -exclamó, y Erva la observó con dureza para volver a mirar al cielo.

- No es su culpa -dijo, con voz queda-. No es de nadie.

Irýth sintió que sus ojos se inundaban de lágrimas y estuvo a punto a gritar y a maldecir a todas las Almas que conocía cuando escuchó la voz de Leet a lo lejos, pidiendo ayuda. Cuando miró a su amiga con urgencia, ella ya había desaparecido entre las ramas.


Samos.

2 comentarios:

While dijo...

o.o
(creia que seguía este blog, peor no ><, lo he arreglado, ya soy esa ultima seguidora)

Besito, besito!

Sasa dijo...

;_;