Necesitaba hablar con alguien. Y, por estúpido que pareciera, deseaba hablar con ella precisamente, con la única persona que no podía responderle. Miró a Rena, que estaba sentada en el alféizar de la ventana, con los pies apoyados en un cojín, las piernas recogidas y la mirada perdida a través del cristal, que estaba salpicado por la lluvia. Aún no entendía por qué había elegido el mutismo como vía de escape a sus problemas, pero lo prefería al coma. Se dio cuenta de que, desde que la conoció, había pasado mucho tiempo con ella, sobretodo mientras no podía visitar a su hermana.
- Sabes, Rena.
No contestó, pero Jun siguió hablando.
- Cuando éramos más pequeños y vivíamos en Fukuoka, nuestra madre solía enfadarse con nosotros porque jugábamos dentro de la casa y temía que rompiéramos algo. Pero no queríamos salir al jardín durante el verano porque a Michi le dan miedo los insectos -sonrió. Un día, estábamos jugando en mi dormitorio y fingíamos ser gusanos de seda al enrollarnos en los edredones. Nuestra madre nos sorprendió y Michi logró escapar, pero a mí no me dio tiempo a salir del futón. Así que mi madre, sin darse cuenta, me metió en el armario junto con el resto de la ropa de cama -se rio débilmente-. No se dio cuenta hasta que no aparecí a la hora de la cena.
La miró jugazmente de nuevo, pero no se había movido ni un milímetro.
- Hace ya mucho tiempo de eso -dijo, con una sonrisa triste-. Catorce años, más o menos.
Entonces se fijó más en ella y, aunque seguía teniendo la mirada vidriosa y perdida, se podía adivinar un amago de sonrisa en su rostro, al que Jun respondió una mucho más amplia.
Lluvia fría.
miércoles, 16 de junio de 2010
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1 comentario:
*_* me gusta y no sé decirte exactamente porqué
(justo ayer no estaba 8D)
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