- No importa cuántas veces se lo diga: No se mueve. Me ignora. Pero no hay nadie en la habitación y ella tiene que irse a la suya.
- Ya veo -se limitó a decir-.
- Tú la estás tratando, ¿verdad, Rafael?
- No, no soy su médico. Pero sí la conozco bien -bebió un sorbó de café-. Pasa mucho rato con las abuelas, juega al parchís con Carmen...
- Bueno, vale, sí -le cortó Ballesteros con ademán impaciente, tirando el cigarro al suelo-. ¿Puedes hacerla salir de ahí, por favor? Su amiguita no va a volver a la habitación hasta por la mañana ¡y ella debe irse a la suya! Sé que la echa de menos pero son las normas del hospital, no las mías.
Moretti suspiró y escudriñó la cafetería a través del cristal: Una niña con un brazo escayolado intentando torpemente untar queso en un trozo de pan con una sola mano; Conchi con su madre, que venían de hacerle una radiografía de revisión a la niña; Jun sentado, solo, terminando de leer La comunidad del anillo; y Fátima pasando apuntes a limpio, apartándose de los ojos el pelo que se le salía de un moño mal hecho. Retiró la vista rápidamente cuando ésta levantó la cabeza y lo miró, suspiró de nuevo, apuró su café, tiró el vaso de plástico a la basura y dijo:
- Dices que está en la habitación de Sawada.
- Sí.
- Que Sawada no está.
- Sí.
- Y que no hay modo de sacarla de ahí.
- Exacto.
Tras una pausa, Moretti dijo:
- De acuerdo. Ven -empezó a caminar-.
Ambos volvieron a entrar al hospital, en silencio.
[...]
- Bueno, ya estamos. Ya verás como sigue exactamente en la misma posición: sentada en la silla con el libro en el regazo, mirando por la ventana, como una maldita muñeca.
Moretti abrió la puerta de la habitación de Michi y se encontró a Rena tal y como se la había descrito Ballesteros.
- ¿Lo ves? Y mira -se volvió hacia la chica y le dijo en voz alta y aparentemente cariñosa-: ¡Renata! ¡Renata, querida, tienes que volver ya a tu habitación! Van a llevarte la cena dentro de nada...
La chica le ignoró completamente y no se movió. Ballesteros miró a Moretti y le desafió en silencio a que consiguiera que al menos pestañeara. Moretti le devolvió el gesto con cierta molestia y finalmente se dirigió a Rena en voz neutra y baja:
- Rena... Rena escuchame un momento.
La aludida giró levemente la cabeza en su dirección sin dejar de mirar por la ventana.
- Rena, Jun está en la cafetería -dijo, por fin-.
Finalmente reaccionó y su gesto se suavizó al devolverle la mirada a Moretti. En absoluto silencio, se levantó la silla, salió de la habitación y caminó lentamente por el pasillo con Las dos torres en la mano.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
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1 comentario:
Si te digo que me ha gustado aún más por los libros me crees, verdad? xDDD
♥
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