domingo, 30 de mayo de 2010

#16

Estaba corriendo pero no era del todo consciente de ello. Además, me estaba empapando por la lluvia, así que tampoco tenía muy claro si estaba llorando o no. Me sentía estúpida. Estúpida y desgraciada. Todavía me dolía el estómago y no podía olvidar la sensación que me provocó la mirada de Federico cuando estábamos en la mesa. Sí, había hecho bien en irme sin decir nada a nadie. Sólo esperaba que no fuera en vano.
Por fin llegué a la plaza donde se ubicaba el taller, pero no había luz en él. Sentí que estaba a punto de vomitar por la ansiedad pero no me detuve, seguí corriendo hasta la puerta, que estaba cerrada con llave.
Cerrada. Con llave.
Entonces sí supe que estaba llorando. Gritando, además. Golpeé el vidrio de la puerta hasta que se resquebrajó y me hice un corte en la mano derecha. Y sangraba. Yo no dejaba de gritar su nombre y poco me importaba si los vecinos se despertaban en sus casas y me oían. No podía creer que de verdad se hubiera ido sin mí, no quería creerlo.
Entonces, las piernas de fallaron, me arrodillé en el escalón y me tapé el rostro con las manos mientras lloraba. No me importaba estar calándome hasta los huesos, ni encontrarme tan mal que sería capaz de echar el hígado por la boca.
Pero lo oí. Dentro del taller había movimiento, lo estaba escuchando. Me levanté como pude, apoyándome en las jambas de la puerta. A través del vidrio translúcido pude ver la luz de una linterna que se aproximaba hacia mí y me sentí desfallecer. Creía que se me iba a salir el corazón del pecho cuando Luca abrió la puerta y me miró, atónito.

- ¡¿Qué demonios estás haciendo?! - me agarró con fuerza del brazo y me arrastró hacia dentro- ¡Con la que está cayendo y sólo llevas esta mierda encima! ¡¿Es que quieres que te dé una pulmonía?! -se apresuró a quitarme la capa con capucha que le había robado a una de las doncellas. La verdad, tenía razón, no abrigaba nada.

Yo no podía hablar. El alivio de saber que seguía allí me impedía pensar en otra cosa. Había pasado todo el día maldiciéndolo por haberme hecho esa propuesta. Creía que era un sinvergüenza. Pero allí estaba yo. Y allí estaba él, después de todo, aunque el taller seguía vacío como lo estaba por la mañana. Así que sí que iba a irse.
Después de quitarme la capa mojada me echó una manta por encima e intentó llevarme frente a la chimenea para que me secara rápido cuando la encendiera, pero no me moví. Al ver mi cara totalmente inexpresiva, me sostuvo por los hombros y me preguntó con delicadeza:

- Pandora, ¿te encuentras bien?

Me obligué a mirarle a los ojos y asentí, despacio. Él me sostuvo la mirada, pero no la clase de mirada profunda que me dedicaba cuando pensaba que estaba loca, no. Estaba realmente preocupado.

- ¿A qué has venido? -preguntó con el mismo tacto- No deberías haber venido sola a estar horas...

- Sí -conseguí decir-.

- ¿Qué?

- Que sí...

- ¿Qué sí, qué?

Entonces me desperté, sentí la mente clara y enfoqué la mirada en sus ojos grises. Volvía a ser la de siempre.

- ¡Que sí, que me voy contigo, idiota!

Empalidecío, retiró las manos de mis hombros y respiró despacio, mirándome. Intentó hablar, pero le corté.

- ¡No digas ni una sola palabra! ¡No hagas que me arrepienta, así que vamon...!

Y me sostuvo el rostro con las manos y me silenció con un beso. Estúpida de mí, que hasta entonces no quise reconocer que llevaba años esperándolo.



No moriré del todo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Meencantameencantameencanta, aunque ya te lo haya dicho por msn lo repito por aquí *3*
Luca es amor (o diosil, como prefieras) Le adoro <3


P.D: A ver si nos dejas más trocitos en los que salga él ;)
P.D.2: Estaré esperando ese achuchón <3

Sasa dijo...

Aw ;______________;